Estaba viviendo cada punto como si lo estuviera jugando yo. Y nada más lejos de la realidad, porque aunque también hice mis pinitos con la raqueta, no pasé de darle a la bola muy discretamente, lo justo para divertirme en la infancia con mis amigos. Sí que me sirvieron aquellas mañanas de sábado en el polideportivo de Michelín para que el monitor que se encargaba de la parte de la preparación física pensara que se me podía dar bien correr. Acertó.
En la semifinal del Roland Garros, Zverev corre lateralmente a por una bola de derechas y la planta del pie parece quedarse enganchada a la tierra roja. Su tobillo externo derecho besa el suelo. Le sigue un alarido que da escalofríos. El partido se queda en stand by ahora que estaba siendo muy disputado por ambos. El alemán se tiene que retirar. Alex Corretja casi no puede hablar, le dan ganas de llorar. Y a mí también. Nunca quieres ver una lesión así. Nunca quieres ganar de esa manera. Por supuesto que son cosas que pasan, pero no es posible desear que sucedan.
Los buenos deportistas son aquellos que van buscando el éxito, se enfrentan a grandes retos, y quieren conseguir el mejor resultado porque con su esfuerzo y sacrificio se lo han ganado. Saben controlar sus emociones, transforman sus nervios en un aliado para tener la adrenalina a punto, y salen a demostrar todo lo que pueden hacer, porque al final, uno compite consigo mismo, intentando mejorar a cada paso.
Sin embargo, en muchas circunstancias (y no solo deportivas) te encuentras con justo lo contrario: la evitación del fracaso. El miedo a no conseguir aquello que te has propuesto te puede dejar bloqueado y llevarte a buscar zonas más cómodas en las que moverte. No te dejará emprender nuevos desafíos, porque será imposible que quieras salir de tu zona de confort y, si te dejas llevar, irá haciendo de tu mundo un lugar cada vez más pequeño.
Estoy segura de que Nadal habría preferido seguir jugando y en ningún momento se le ocurrió dar gracias porque su contrincante se hubiera tenido que retirar. Quien quiera ganar así, tiene una mente pobre y mezquina.
No creo que la vida esté hecha para competir entre nosotros, aunque a muchos les parezca que continuamente nos inculcan competir los unos con los otros sin importar de qué artes nos valgamos. La vida tienes que afrontarla dando tu mejor versión, sin compararte con nadie, porque esa es la única manera de que te sientas satisfecho contigo mismo, sinónimo de la tan ansiada felicidad.
Por supuesto que cuando salgo a correr quiero ganar, o tener la mejor clasificación posible. Pero quiero que sea porque yo lo merezco ese día, porque he luchado y trabajado por ello, porque todos los astros se alinearon y me encontré como nunca calentando, con tobillos reactivos, no me dolía nada, llegó la supercompensación después de tanto entrenamiento, el almuerzo me sentó bien y supe leer la carrera. No quiero ganar de otra manera.
Si no consigo ganar (en la más amplia acepción de la palabra -conseguir mi objetivo, mi mejor puesto, mi mejor marca según los entrenamientos que estoy haciendo en ese momento…), no será porque no lo haya intentado con todas mis fuerzas.
Definitivamente, no me gusta huir del fracaso, es como meterse en una madriguera. Me gusta salir a buscar nuevos retos y ver el sol.

