Una mañana de pollos sin cabeza en la “oficina” no es infrecuente.
Las salas de endoscopias se citan sin dejar huecos para el trabajo extra porque eso de tener al personal mano sobre mano no está bien visto, a pesar de que el trabajo que se realice muchas veces no pueda quedar reflejado en la estación digital, donde solo cuenta los pacientes que han llegado, y los que has hecho, pero no si tuviste que repasarte las anatomías patológicas que tenían pendiente los pacientes que están esperando en casa, desesperados, una noticia que dirija los siguientes pasos que tienen que realizar; si bajó el cirujano o el intensivista, o vino el médico de urgencias a comentarte un caso que quizá requiriera de una actuación urgente; o si ha habido extras, porque fulanito se confundió de mes y vino con los sobres tomados (el mal rato y los más de 40€ que le soplaron en la farmacia le duelen a cualquiera); o si tienes que programar la próxima agenda de pólipos complicados; o cualquier otra modificación inesperada que pueda darse.
El caso es que la hora de cita para la endoscopia es meramente orientativa, y a pesar de eso, muchos de los usuarios protestan desde el minuto cero por no pasar exactamente a la hora que indica el papel que llevan en sus manos, y analizan a todas y cada una de las personas que van entrando al hospital de día médico (siempre desde un prisma equivocado, por desconocimiento), intentando escuchar cualquier dato con el que poder argumentar que se están colando delante de él o de ella.
A veces da la impresión de que piensan que dentro de las salas estamos plenamente relajados, sin nada que hacer, o sin ningunas ganas de pasar al siguiente paciente. Nada más lejos de la verdad.
Una señora se pone en pie cuando sale la enfermera a recoger los papeles, pidiendo que le expliquen qué criterios siguen para pasar a los pacientes. Pero da igual lo que le cuentes, porque ella ya ha decidido no creerte.
Ayer fue uno de esos días de pollos sin cabeza, donde todas las urgencias complicadas se pusieron de acuerdo para agruparse en el mismo momento. Como si de un tetris se tratara, intentábamos encajar disponibilidad de tipo de endoscopio, sala, rayos, anestesista, técnico de rayos, ecoendoscopio, resultados de análisis pendientes, de pruebas de imagen… Y al final, todo consiguió salir, aunque no en el tiempo marcado en el papel que le dieron a esa señora al salir de la consulta.
Y no todo es hacer la endoscopia. Es valorar al paciente, el análisis y su historia previa, realizar el informe, ver si se puede beneficiar de completarla con algo más… es trabajo invisible que no quedará reflejado en un Diraya en el que solo cuentan pacientes que acuden, y pacientes realizados.
Abría yo la puerta del pequeño estar mas allá de las 12 de la mañana y me encontraba a Angui casi atragantándose con un vaso de plástico con café tibio en un hueco que había tenido entre paciente y paciente, pidiéndome que cerrara la puerta por miedo a que la viera un paciente que pasaba en cama hacia la sala de endoscopias, no fuera que pensara mal.
Habrá días relajados. Los menos.
Pero al final, todo sale, porque todo el mundo está dispuesto a arrimar el hombro cuando es por el bien de los demás, aunque excedan sus funciones casi continuamente. El no reconocimiento de este esfuerzo, o el dar por sentado que tiene que ser así, es lo que puede llevar al agotamiento, a pensar que te toman por tonta, que no merece la pena…
Es complicado. Esta disposición para trabajar se contagia, pero a veces puedes sobrepasar ese punto tan cercano al estrés (no todos lo tenemos en el mismo sitio, ni siempre es igual).