192º fragmento -Fuerzas desequilibradas

Salía por la puerta de la entrada antigua del hospital fijándome en cómo andan aquellos que salen con prisas porque al fin terminó su turno, cruzándose con aquellos que entran con paso acelerado porque se les ha hecho un poco tarde. Todo un ir y venir de gente de todo tipo que habita más de un tercio de su día en el hospital, aderezado por el intercambio del parque automovilístico que ocupa hasta el último hueco en los alrededores de Torrecárdenas.

Hasta hace poco solo me fijaba en la manera de pisar, y me llamaba la atención la deformidad que podían llegar a tener los calzados de algunas personas. Algunos de forma simétrica, otros más acusados en un pie que en otro; unos con los pies abiertos, como si avanzasen dando un toque a un balón imaginario; otras con los maleolos internos casi tocando el suelo; otras con tacones que se tuercen a cada paso; muchos en zapatillas de deporte con el talón externo casi inexistente de tanto desgaste…

Venía yo esta mañana a las 7.45 andando, después de dejar el coche en el taller de mi primo, porque el otro día salí de mi garaje sin tener en cuenta que la toma metálica contra-incendios sobresalía por encima de la columna de mi izquierda: el coche rojo no llega a esa altura; el blanco se la tragó entera conmigo al volante. Pues eso, en esto que iba andando, unos 20 minutos todo cuesta arriba desde el taller al trabajo a paso muy ligero con la mochila a la espalda, sintiéndome ágil y sin ningún dolor, y recordaba cómo cuando hacía menos deporte (incluso periodos haciendo absolutamente nada), no tenía esa sensación de ir como votando sobre el suelo.

En el cross de Itálica vimos de cerca correr a la élite nacional e internacional 10 Kms (unas cuatro vueltas al circuito) a un ritmo muy alegre, pero sobre todo, me llamaba la atención como sus pies salían rebotados del suelo, totalmente reactivos, como una pelota llena de aire que se estrellase a cada paso en la tierra prensada para salir disparada, con zancadas perfectas y simétricas, una detrás de otra, incluso cuando sus caras ya desprendían cansancio e incluso dolor. Así me siento yo cuando camino. Menuda tontería, tal vez. Pero me siento con fuerza, simétrica, sin alteraciones en la pisada que hagan que comiencen a quejarse mis rodillas ni mis cadera, ni tampoco mi espalda.

Hoy me fijaba en cómo andaba el bullicio alrededor del hospital, y en algún momento me daban ganas de avisar a alguien de que debería ir a un podólogo, o a un osteópata, o a hacer un ejercicio dirigido por profesionales, o a un fisio… Ya me queda poca vergüenza, y tal vez algún día lo haga aun a sabiendas de que pasaría por loca, quien sabe.

Al final, somos músculos, tendones, y ligamentos distribuidos por nuestro esqueleto para ejercer fuerzas agonistas y antagonistas, cualquier desequilibrio puede ser fatal para cualquiera de nuestras articulaciones, y ese desequilibrio, de forma mantenida, nos llevará a deformidades, a dolores, a artropatías, a tener que recambiar articulaciones de forma prematura…

Necesitamos equilibrio en nuestro aparato locomotor, y por lo que voy observando, estamos bastante desequilibrados.

Deja un comentario