Mi vida son unas combinadas.
Para quien no sepa mucho sobre las disciplinas atléticas en las que es posible competir, porque atletismo es mucho más que correr, os aclaro que las combinadas es el nombre informal de la disciplina de “Pruebas Combinadas”, el Heptatlón para las mujeres al aire libre, y pentatlón en cubierta. La cosa consiste en realizar todas esas pruebas (al aire libre: 100 m vallas, altura, peso, longitud, 200, jabalina y 800 m) en un día y medio. Por cada marca conseguida obtendrás una puntuación, y al final ganará quien más puntos tenga en la suma. Una vez hecha la aclaración para la población general, como iba diciendo, mi vida son unas combinadas.
Y esta idea, que bien pudiera parecer mía, me la ha dado mi marido, que de atletismo ha tenido que aprender a la fuerza, mientras terminábamos de tomar café. “Tú vida son unas combinadas”, ha dicho.
En mi edad escolar y unos años después fui combinera, de atletismo, de verdad. Era bastante buena. Para ser buena tienes que ser de la media alta para arriba en casi todas las pruebas, puede que muy buena en alguna de ellas. A mí me gustaba correr, el medio fondo, el 800 que ninguna combinera quiere correr. Pero yo era mediobuena en casi todo, así que me hicieron combinera.
Tal vez si hubiera entrenado de forma específica para alguna de las disciplinas de forma individual, habría conseguido ser de las mejores o la mejor en alguna de ellas. De hecho, en altura tuve la mejor marca nacional de la temporada y conseguí medalla nacional, y no se me daba nada mal correr un 800 a pesar de apenas entrenarlo. Pero no fue así, y mis esfuerzos diarios de unas dos horas y media se repartían entre las 7 pruebas, diluyéndose entre ellas.
Muchas veces he pensado en que ojalá en mi vida algo me hubiera eclipsado de tal manera que no tuviera ojos para otra cosa, que no hubiera tenido oportunidad de diluir el esfuerzo, de repartirlo haciéndolo menguar, de distraerme con la visión periférica…, haber sido capaz de tener el foco puesto siempre en el mismo sitio.
Pero mi vida son unas combinadas. Mi esfuerzo se diluye en las mil cosas que me interesan aunque las más importantes sean tres, y continuamente resuena en mi cabeza “aprendiz de todo maestro de nada”.
Alex reflexiona en voz alta mientras yo escucho lo que otras veces yo intenté decirme: “Tu vida son unas combinadas, porque haces bien muchas cosas, y solamente cuando has destacado para la gente en alguna de ellas es cuando se han dado cuenta de todo lo demás”. Y me suena a halago que me sonroja a pesar de que sea mi marido quien lo pronuncia, a pesar de llevar casi 20 años juntos.
Las combinadas, la prueba más difícil, y la más desconocida para la gente, la más difícil de seguir, super hombres y súper mujeres, completos, equilibrados; los que más tienen que entrenar, los que más tienen que perfeccionar la técnica… y tal vez, los grandes olvidados por el resto de mortales que no entienden de atletismo.
Mi récord de 800 es el éxito de mi prueba individual. No el más importante para mí, solo una consecuencia más de poner el alma en aquello que me propongo, pero quizás sí que lo más visible. Pero en realidad, sigo siendo combinera.

