Ayer estaba tan cansada…
Ayer decía mi Garmin que mi frecuencia cardiaca de reposo no había bajado de las 55 pulsaciones por minuto en todo el dia (cuando habitualmente estoy en torno a 38), y tenía la sensación de que mi cuerpo no era el mío. Lo achaqué al viaje del día anterior. A las 24 horas relámpago en Madrid para compartir impresiones y conocimiento con endoscopistas y cirujanos de otros hospitales de España. El día entero echado en una silla escuchando protocolos, casos clínicos, e impresiones sobre la forma de actuar en cada sitio. Un día aprovechado, sin apenas tiempo para comer bien, ni para echar un pis.
Como el viaje era el causante de todos mis males, también le eché la culpa al mismo de que mis molestias en el sóleo derecho y mi piramidal izquierdo hubieran ido a más a pesar del día libre de entrenamiento, como si todo mi cuerpo hubiera comenzado a ponerse en mi contra.
Un poco de gym con mi madre, que ya va por su quinta semana (ella también estaba cansada, quizás por simpatía, o por la paliza de andar que se metió el día anterior con su hermana Pepa), y después de eso, para que me iba a ir ya a mi casa pudiendo pasarme por el estadio para adelantar mi entrenamiento de la tarde.
Muerta.
El peor fartleck desde hace unos dos años, que para eso sirve repetir de vez en cuando los entrenamientos, para poder comparar. No me paré porque hace unas semanas decidí que no volvería a hacerlo nunca más, pero pisé un poco el freno y bajé las expectativas a mitad del mismo, conformándome con que entrasen unos 4200 metros en los 16 minutos que duraba.
Muerta.
Como si acabara de correr el peor de mis 1500.
La frecuencia cardiaca máxima y la media durante el ejercicio, disparadas, la sensación, aun peor. El tiempo, una mierda. Mi pensamiento, una vez pasado el cabreo inicial, no tan malo. Estoy así, y al menos mi carga interna ha sido buena (o tal vez me haya pasado), la carga externa sin embargo, una pena a los ojos de cualquiera que sepa de mis entrenamientos.
Y muy cansada. Todo el día deseando que acabara. Y no eran nada más que las once y media de la mañana.
Ducha, compra, hacer de comer la “recomendación” de mi queridísima Martina… y escuchar inglés a tope, como si en los últimos minutos antes de mi entrevista con Niall pudiera pegárseme algo por ciencia infusa. En mi mente todo perfecto. Tenía las preguntas, y las respuestas en mi cabeza fluían con el mejor inglés that had ever hear. El problema es que solo era en mi cabeza.
A las 4 pm, Microsoft teams estaba esperando que aceptara la invitación para hacer la entrevista para The Masters of Running Podcast, desde Dublín a Almería. Y mi inglés hablado, ese que apenas practico porque no lo he necesitado, una vez articulado por mi aparato fonatorio, sonó como si hablara una niña de primero de infantil. 45 minutos que disfruté al mismo tiempo que sufrí. Supongo que Niall habrá tenido que hacer maravillas editando la entrevista y acortando mis innumerables titubeos. Qué horror.
Esta misma mañana me puse en contacto con Beatrice para quedar a hablar una vez en semana, por orgullo propio. Con las mismas ha dado la cara la causa de mi maldormir y mi cansancio, infección de orina.
Bueno, por lo menos, ya tenemos la causa de ambos infortunios.
Ya hemos empezado a solucionarlos.

