Lo peor de retirarse, es el inmediatamente después.
No. lo peor de retirase, viene más después aun.
Peor aun si lo has hecho ya en un par de ocasiones en un corto periodo de tiempo.
Peor aun cuando tus expectativas estaban algo más altas del ritmo que llevabas.
Será por los entrenos. Será porque no he descansado lo suficiente. Será porque ya no sé sufrir. Tal vez me desconcentré en una carrera demasiado larga para mí, con demasiados metros por delante para pensar.
Y el caso es…, el caso es que lo tenía pensado. Que tenía todos los posibles escenarios ordenados en mi cabeza, desde encontrarme a las mil maravillas en un ritmo en torno a 3:20/km, hasta el de ir sufriendo a falta de 1400 metros y tener que atravesar el desierto.
Estaba preparada.
Y no fui capaz.
Y abandoné para el público a falta de 1000 m, pero en mi cabeza lo había hecho mucho antes. Yo lo sabía al paso del 1600. Tal vez un poco antes. Y sabía que solamente tenía que sacar las fuerzas suficientes para convencer a mi cuerpo de que sí podía, que solo era la primera alarma, que en los entrenamientos había sufrido más.
Pero mi mente desconectó y en 300 metros casi se me fueron 50. Porque yo ya me había retirado, aunque todavía no hubiera parado.
No ha sido una lesión.
No ha sido caer extenuada.
Tal vez haya sido miedo al sufrimiento que vendría.
Y no quiero entrar en bucle.
Había estado mirando mis entrenamientos, esos que me llevan saliendo bastante mejor las últimas dos semanas. Los estuve comparando con las libretas de los dos años previos, esos en los que corrí en 10:06 y en 10:18. Y me veía tan capaz de hacer lo mismo…
Y me vuelvo a casa casi en silencio, recordando cómo, cuando me he sentado para quitarme el dorsal al pararme con solo 2 Km en mis piernas, ni siquiera jadeaba. En ese instante pensé en seguir. Pero ya era tarde.
Y lo peor ha venido después.
Odio retirarme.
Es como retroceder y llenarte de miedos para la siguiente carrera.
Y doy gracias porque Daniela siguiera a pesar de que seguramente experimentó lo mismo que yo. A pesar de verme con cara de sorpresa a falta de 600 metros parada, animándola desde la curva. A pesar de eso, ella siguió. Y yo me sentí un poquito peor porque, tal vez, le podría haber ayudado como cuando el año pasado le dije mientras la adelantaba, “vámonos, Dani, que solo queda un 600”. Y se enganchó, y terminamos tan felices…
Hoy toca decepción.
Hoy, Roberto le dice que esto es gasolina, que para el objetivo real aun quedan dos meses.
Pasado mañana corremos un 1500.
Necesito llevar buena energía.
¡Vamos!

