Las ganas aparecen si buscas el estímulo.
Las ganas de continuar pierden su impulso y se adormecen si no las alimentas.
Las ganas hay que buscarlas, porque si no, la inercia acabará muriendo, como decía Izal.
Mi trabajo está lleno de nuevos estímulos que puedes encontrar en cada una de las revistas indexadas en pubmed en las que cada mes se publican artículos tratando de llevar hasta los lectores la evidencia científica que guíe sus pasos, nada de experiencia personal, todo avalado por estudios lo más controlados posible para que luego tratemos pacientes que no atienden a ningún control. Meta-análisis que agrupan el conocimiento de los ensayos clínicos, intentando que la evidencia que guíe tus pasos sea mucho mayor que la que te dieron tras un estudio multicéntrico en el mejor de los casos. Hay tanto, que ya se hace difícil diferenciar entre lo que nos sirve, y lo que tergiversa datos estadísticos para llevarte por donde ellos quieren.
Querer saber te lleva a buscar, encontrar aquello que buscas te hace seguir tirando del hilo, para darte cuenta de cuanta tela queda por cortar, todas las incertidumbres que aun existen en nuestro quehacer médico.
Uno de los mayores estímulos para seguir ejerciendo esta profesión con empeño, con entusiasmo, con ganas, con todo lo que se supone que tienes que tener para dar la mejora atención posible, es compartir conocimiento. A veces estrechamos tanto nuestro punto de mira que no sabemos ver más allá de nuestros zapatos, y de repente, tienes la oportunidad de asistir a inesperados encuentros en las que puedes calzarte los zapatos del otro y ver desde sus ojos.
Compartir conocimiento, puntos de vista, y pasión, nos enriquece. Puede que se avance mucho más en una reunión de un día que en cinco meses de estudio. De un plumazo cosas que creías ciertas o suponías como tales, dejan de serlo, y la creatividad basada en experiencias propias es el tesoro más grande que puedes encontrar.
Las ganas hay que alimentarlas.
Si te adormeces y das todo por hecho y aprendido y eres incapaz de ver a través de otras lentes, estás perdido. Te echaste a morir.
Las ganas de todo tienes que alimentarlas continuamente, aunque te de pereza empezar a dar el primer paso. Y a veces, muchas, se hace tan difícil, que no es improbable que te encuentres de repente hastiado de todo. Te faltaron los pequeños estímulos como pequeños empujoncitos para seguir remando, de alguna manera nos recostamos y olvidamos que la vida es movimiento, y que la monotonía en pequeñas dosis está bien, pero sobredosificada mata.
Necesito estímulos para querer ser mejor madre, para ser mejor endoscopista, mejor persona, para querer continuar pedaleando por muy empinada que sea la cuesta…
A veces los estímulos que nos guían son los resultados que vamos obteniendo, otras muchas, cuando los resultados no son tan evidentes o los esperados, los estímulos hay que buscarlos en una conversación, en una reunión, en un rato de pensar en nosotras mismas, en un libro, en todo aquello que pase por delante de nuestro ojos…
La vida es movimiento.
Si te paras, estás muerto.
La inercia, como decía Izal, acabará muriendo, así que aprovecha antes de que lo haga, que luego volver a arrancar cuesta un rato más.

