257º fragmento -La fachada bien, el interior podrido: si no te quieres tú…

Las recomendaciones dietéticas generales, son solo eso, unas recomendaciones.

Las recomendaciones sobre actividad física, pues lo mismo. Te indican el camino, la necesidad, pero al final, cada uno tiene que tener su traje a medida.

Muchas veces intentamos copiar aquello que vimos que a otro le fue bien, y a nosotros, nos irá fatal. Y es que tal vez solamente estemos copiando una ínfima parte de todo lo que hace que a esa persona le vaya bien.

Dos de las preocupaciones básicas, de las que más quejas escucho cada día, tienen que ver con lo que comemos y con lo que nos movemos.

A riesgo de ser repetitiva, lo primero que tenemos que hacer cuando sospechamos que algo va mal, es pararnos a pensar y cuestionarnos si algo estaremos haciendo mal, ya que los objetivos que quiero conseguir no están ni cerca.

La pereza nos impide empezar muchas veces. El cambio nos asusta. Pero si vences a la pereza y decides cambiar, que el cambio sirva para algo.

Una de las cosas que más me sorprende es que adoptemos comportamientos que creemos que nos vienen bien porque lo dice mi vecina, o la amiga de turno, o alguien que ha salido en la tele. La mayoría somos analfabetos en hábitos de vida (bueno, yo en eso no). La mayoría sois analfabetos en esto de cuidaros, pero no culpables de serlo (o sí, depende de como queráis verlo). Le hemos dado más importancia al envase que al contenido, y la típica respuesta al halago “¡qué bien estás!” -“por fuera, porque por dentro…”, tiene hoy todo su sentido. Y sin embargo, no dejamos de sentirnos orgullosos cuando nos quitan años tal y como refleja nuestra fachada, a pesar de que nuestro interior esté podrido.

Estamos podridos, y la podredumbre se va apoderando tan poco a poco de nosotros que cuando queremos dar el paso para salir de ella, nos parece que es demasiado tarde. Y sin embargo, no lo es.

Hay que vencer la pereza, y a veces, la vergüenza. Hay que creerse capaces y necesitados de algo mejor.

El pensamiento “si no bebo ni como para qué quiero vivir” es de mentes estrechas, incapaces de colocar su felicidad más allá de los placeres inmediatos. Y luego nos preguntamos por qué nuestros hijos buscan esa misma inmediatez.

Yo sueño muchas veces con hacer una escuela para la salud, e irremediablemente me acuerdo de Javier Angulo, o de Antonio Casimiro. Cuando ves que todo es sencillo y no puedes explicarte por qué tan poca gente lo entiende…, quizás tengamos que preguntarnos donde están todos los impedimentos para conseguir una población sana, o más sana que la que ahora tenemos. Y da miedo pensarlo, pero tienes tanta razón, Javier.

Nadie vendrá a sacarte las castañas del fuego, y ningún fármaco arreglará el desastre que estás elaborando día a día en tu cuerpo. Tendrás parches que poner a un organismo marchito por tu descuido, parches que alimentarán y enriquecerán a aquellos interesados en vendértelos.

Quién te va a querer sano, corazón, si no te quieres ni tú.

Un batido que hace que tengas más músculo que vale lo que podrías pagar a 10 entrenadores; una pastilla para el colesterol; sucedáneos de yogur que prometen normalizar tu perfil lipídico; jarabes para que el ardor de una tripotada no te moleste; máquinas que te insuflen aire mientras duermes; la pastilla del azúcar; la de dormir; la de los nervios; la de la tristeza; el protector gástrico (que el chorizo a la parrilla me sienta mal); la de no absorber grasas de la comida (que así puedo comer hasta explotar)…

Un fracaso absoluto.

Las pastillas son parches que enferman nuestra autoestima. No somos capaces, y nos dejamos llevar.

Mi madre, que lleva entrenando conmigo dos semanas y comiendo bien bajo mi atenta mirada… Está emocionada. Y dice que lo hace por mí. Ojalá que me diga que lo hace por ella. Mi madre, que empezaba casi de cero y no lo sabía, porque ella andaba todos los días.

Vosotros, incultos en hábitos de vida, informaros. Si no lo hacéis por vosotros, tal vez sí por vuestros hijos, a no ser que prefiráis mirar hacia otro lado mientras los seguís envenenando.

Y mira que resulta paradójico, querer lo mejor para tu hijo, y darle basura para comer y convertirlos en seres sedentarios y tristes. Verdad verdadera.

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